viernes, 15 de agosto de 2008

Veneno para Vivir (Cuento Corto)

Mariana mira ansiosamente, en su mirada una leve desesperación, mas de la normal, esta sentada rígidamente, mueve la pierna rápidamente, una vez, dos veces, tres veces.
Enrique termina de poner los platos, coloca las servilletas y se sienta, destapa una cacerola que se encuentra en medio de la mesa y comienza a comer, el silencio es rotundo, solo se rompe por el sonido provocado por las gotas.

Afuera llueve fuertemente, dentro Mariana mira a Enrique, Enrique le devuelve la mirada, ni una palabra, ni una sonrisa, ni un guiño, nada, ni siquiera uno de esos juegos cómplices que tanto habían sido del agrado de Mariana durante su juventud y que ahora se habían convertido en reflejos de la nada, y eso era lo que precisamente ellos eran, nada.
Mariana se levanta, Enrique se sienta, los niños se han ido, la lluvia no cesa, Enrique toma un trago de vino, Mariana lo mira con recelo, desde hace tiempo que el doctor se lo prohibió.

Mariana se vuelve a sentar, ambos se miran, no dicen nada, las miradas llevan cierto odio, cierta carga de desprecio, cierto asco, no dicen nada, comen tranquilos, la lluvia no cesa, dos, tres, cuatro mordidas, Mariana se llena, deja su plato y se retira a dormir, ni una palabra, cierra la puerta, se aleja en la oscuridad, se tiende en su cama y comienza a soñar.

Enrique se queda, todo es silencio, siente frió, comienza a temblar, el aire le hiela, sube la calefacción, no es suficiente, se pone un abrigo, no es suficiente, se le paralizan las manos, le duelen los dedos, la sangre le hiela, sus labios se secan.

Mariana despierta, la mañana llena la luz de la habitación, la lluvia ha quedado atrás, es una fría mañana, la cama esta tibia, casi impecable, casi vacía, como si nadie hubiera dormido ahí, como si nada hubiera ocurrido nunca ahí.

Mariana se levanta, hace quince minutos que mira fijamente el jardín desde su ventana, se viste relajadamente, como si nadie la esperara, se calza, baja a la sala, ve a enrique, su corazón esta frió, su alma también, desde hace tiempo que no había calor en el.

Coge el teléfono, la ambulancia no tarda en venir, va a la cocina, mira el reloj, se rie levemente, se vuelve a reír, esta vez con maldad, con mas intención, de pronto su ceño se frunce, cambia su expresión, esta desesperada, mueve las manos, se pone de pie, busca desesperadamente, abre un cajón, mueve las estanterías, se sumerge en la alacena.

Busca el veneno, veneno para vivir, veneno para librarse, como se libro de el, de su frió, de su copa de vino, vino en el que vertió veneno, veneno para morir, veneno para vivir, sin frió, sin calor, sin Enrique, veneno que se lleva sus penas, se lleva su frió, la condena a la soledad, soledad infinita, tristeza, tristeza que resulta indiferente, como indiferente le fue vivir a su lado, durante tanto tiempo, durante tantos años, 54 en total, 20 vivió deseando veneno, veneno para verlo morir, veneno que le diera vida y veneno que finalmente vació en su comida.

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Wheres my happy face

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